Las pupilas, es decir, las partes negras en el centro de los ojos, cambian de tamaño para ajustar la cantidad de luz que entra al ojo. Cuando las pupilas se dilatan en la oscuridad estamos, este efecto se llama midriasis, al contrario cuando se estrechan estamos en presencia de miosis. Por lo general, las pupilas se dilatan y estrechan al mismo tiempo, pero es posible que esto no suceda. El término médico para la presencia de pupilas de diferentes tamaños es anisocoria. La anisocoria es un síntoma de muchas patologías, pero no es una patología en sí misma. La anisocoria fisiológica es el tipo más común de anisocoria, pero también hay otros dos tipos: mecánica y patológica.
Empecemos por el fisiológico; en este caso, las pupilas son naturalmente de diferentes tamaños. Es el tipo más común de anisocoria. La diferencia en el tamaño de las pupilas no es más de 1 milímetro. La mecánica es el resultado de un daño físico en el ojo, como un traumatismo o una inflamación. Finalmente, la patológica: se produce cuando la diferencia en el tamaño de la pupila deriva de uno de los siguientes factores: una enfermedad que afecta al iris, es decir, la zona coloreada del ojo; una enfermedad que afecta a la pupila; una enfermedad que afecta las vías de información a la pupila.
También existen varias enfermedades asociadas a la diferencia en las pupilas como la parálisis del tercer par craneal (PNT) por hemorragia cerebral, traumatismo o aneurisma, síndrome de Horner, síndrome de Adie, problemas físicos oculares que pueden ocasionar pupilas de diferentes tamaños como ocular trauma, iritis y uveítis, glaucoma de ángulo agudo, tumores intraoculares, meningitis, encefalitis o intoxicación por alcohol.
¿Y cómo debemos comportarnos en estos casos? Pues si estamos en presencia de anisocoria fisiológica, muchas veces es inofensiva, la mecánica puede requerir una intervención quirúrgica aunque no sea fácil restablecer el correcto funcionamiento del diafragma del iris, mientras que en el caso de la anisocoria patológica, recurrimos a pruebas como la tomografía computarizada o la resonancia magnética para descartar problemas como apoplejía, tumores cerebrales, hemorragia intracraneal o aneurismas cerebrales.
Por tanto, si notamos cambios en el tamaño de nuestras pupilas, es útil consultar inmediatamente a un médico.